Son muchos los estudios que tratan los efectos del entorno en los centros de educación y todos los resultados convergen hacia la idea de que la calidad del aprendizaje mejora cuando el ambiente se cuida.
El orden, la limpieza y los colores claros favorecen la concentración. Sobre todo los niños, pero también los jóvenes y adultos, necesitan un entorno sereno y reconfortante para abrir la mente al estudio. Un entorno limpio, donde cada cosa está en su sitio, calma los ánimos y predispone a la investigación y a la profundización, es decir, a las experiencias a través de las cuales se aprende.
El método Montessori considera que ordenar es una actividad importante que debe realizarse junto con los niños al final de cada actividad, y que debe llevarse a cabo con gracia y cuidado para darle mayor valor. En cambio, en las empresas, el orden es el centro de los modelos de eficiencia, como en la metodología Lean, que proclama «un sitio para cada cosa y cada cosa en su sitio».
Una limpieza correcta de los entornos de estudio y aprendizaje detiene la propagación de gérmenes, virus y enfermedades.
La limpieza de los lugares de estudio también es importante por otra razón: escuelas, bibliotecas, guarderías, universidades, aulas de estudio, salas de conferencia, etc. son frecuentadas por numerosas personas durante un mismo día, y pueden convertirse fácilmente en auténticos centros de transmisión de enfermedades debido a la proliferación de virus y gérmenes. Por consiguiente, el orden y la limpieza no son necesarios solo para preparar la mente a las experiencias cognitivas, sino que es algo indispensable para mantener el organismo a salvo de epidemias y contagios.
Así pues, todo lugar dedicado a la cultura y al conocimiento debe ser, ante todo, un espacio seguro y saludable. La limpieza se debe realizar con esmero. Este concepto siempre es válido, tanto en las escuelas públicas, colegios privados, museos u otros espacios dedicados a la cultura y al saber.